sábado, 20 de junio de 2009

20 de Junio; ocho días antes de las elecciones

Sentado en la redacción, hoy 20 de Junio, leyendo los diarios tengo la sensación de estar recorriendo una recta final hacia el fin o el principio del mundo, digo, a juzgar por algunos titulares apocalípticos. Es que desde hace un par de meses, el tiempo y los acontecimientos se han dividido entre lo que ocurre antes u ocurrirá después de las elecciones, desde la cotización del dólar hasta la tintura de mi vecina.

En El Diario no se habla de otra cosa y la directora hasta armó un programa de televisión para seguir el tema (por cierto opino Últimamente ando opinando mucho, debe ser porque la directora me deja escribir cualquier cosa. Lo que no sé, es si me deja hacer lo que se me canta porque me respeta o porque no me escucha, o lee, como sea, es bueno, aprovéchelo si anda por los setenta; haga como La Legrand, que aprovecha su madurez para moverse a sus anchas diciendo lo que le viene en gana, azuzando a los candidatos y hasta retándolos como si fuera la tía abuela. No vaya a pensar que tengo algo en contra de La Legrand, al contrario, soy uno de los pocos admiradores que le van quedando, ahora que se pasó al periodismo político picante, o dulce, según la extracción política del candidato-comensal.

La cosa es que hoy, a una semana -ocho días para ser exacto-, de El Gran Día, parecería que no pasa nada más que las elecciones, matizadas con algún que otro asalto o asesinato, y la interrupción -breve- para leer las condenas a Grassi y Carrascosa; decía, que todo los demás, queda o quedaría para después de que usted, de que yo, emitamos nuestro voto. Todo, excepto mi caminata por Santo Tomé, porque la directora fue clara “Usted don Gerardo, salga, camine, y cuente lo que ve en la ciudad. A los policiales déjeselos a Smith”. Por suerte no me excluyó de las elecciones así que después de leer los titulares y, confieso que de cruzado, algunos artículos de hoy, me entré a preguntar qué hace la gente que no está ocupada con las elecciones. No se equivoque, sí hay, son la mayoría sólo que no salen por televisión ni se escribe sobre ellos en los diarios, y me pregunté también si me los iba a encontrar en el acto de jura de la bandera y ya que estaba me pregunté cómo se las arreglarían las elecciones para colarse allí también, así que me levanté del escritorio para enfilar hacia la plaza.

Como es sábado hay poca gente por acá: Smith (que no abandonó los policiales, sólo les agregó las elecciones), Tomatis (recientemente incorporado), y el gato de la redacción, ese bicho apestoso.

—Qué hacés Gerardo.

—Parece que caminar. Sos el último al que esperaba ver acá.

—Que me cuelguen si yo esperaba encontrarte, viejo.

—Me voy para el acto. Acompañame así te vas aclimatando ¿Se te acabó la herencia que volviste?

—No; se me murió el autor, así que ando dando vueltas.

—Lindo lugar para recalar elegiste. Si te viera Saer.

—Quería ampliar La Zona.

—Vos sabrás.

A la plaza Belgrano no llegué a tiempo y me perdí los discursos, por suerte María Raquel, belgraniana hasta el hueso, me dijo que Reynoso (actual presidente de nuestro Belgraniano) había estado bien, muy bien; mientras repetía “qué hermoso qué hermoso” escuchando el “Sí JURO” que hizo temblar hasta los robles de la plaza.

Poca gente, pocos chicos, sobre todo eso. El tránsito se cortó sólo sobre Centenario entre Sarmiento y Obispo, así que el “Sí JURO” tuvo que ganarle a la sirena de la ambulancia del servicio de emergencias, a los automovilistas enojados por la pérdida provisional de las dos cuadras, a los que no sabían si pararse, largar las bolsas y ponerse firmes al salir de Petrelli, o hacer como que no pasaba nada. Lo más pintoresco: el pericón por “Raíces Argentinas” ¡Bravo!

A las elecciones no me las encontré, debe ser que sabían que no eran competencia ante las cámaras, estando allí la réplica del sable de Belgrano.

De a poco, las cosas se hacen de apoco, yo espero que de apoco lleguemos a ser más, a ser muchos, a tener que hacer callar a los chicos, decirles que se queden quietos, que no lo logremos y anden corriendo y se animen a corear el “Sí JURO”. De a poco, espero que llegue el día en que volvamos a ver la jura sobre a la orilla del Salado, como aquella de principios de los sesenta ¿o fue a fines del cincuenta? ¿Se acuerda? : los lanchones del ejército sobre el río, el puente móvil sobre la laguna, las barrancas como tribunas y el “Sí JURO” retumbando y vadeando el Salado.