sábado, 22 de agosto de 2009

Estampa santotomesina


Cinco treinta de la mañana:
La barredora nueva recorre las calles.
Carlos se toma unos mates, después a eso de las seis, sale en su automóvil. Vive en un chalecito que pasó construyendo durante cuarenta años; uno de esos cercanos al Banco Nación. Va al Centro de Jubilados y Pensionados, va como colaborador (entiéndase: sin sueldo). Su tarea es entregar los bolsones de alimentos que envía el PAMI. Desde las seis y media de la mañana muchos santotomesinos, mayores de sesenta años reciben este ¿subsidio?
Entretanto Inés que tiene 19 años y cursa el segundo año de enfermería en Santa Fe, aguarda la “C. Azul”  en una esquina cercana a la plaza Libertad. Tiene una asignación, una beca que le cubre parte del costo mensual pasaje. Va soñando con ser enfermera de quirófano.
A esa hora la Av. 7 de Marzo todavía está vacía. Media hora más tarde estará intransitable. Las dos colas paralelas de automóviles que cruzarán el puente, entre aceleradas cortas y frenadas rápidas, la ocuparán desde Mitre hasta Libertad sin interrupción.
José es  agente municipal de tránsito  y su esquina es la de Maciá y 7 de marzo. Cuenta: uno, dos, tres, cuatro, y levanta la mano y detiene una fila de automovilistas ansiosos; hace una señal y los autos de la otra fila, que permanecían detenidos, comienzan a rodar. Cuenta otra vez uno dos tres cuatro y repite la operación. Desde las siete menos cuarto hasta las ocho y media levantará la mano, hará señas y contará cientos de veces uno dos tres cuatro.
A lo largo de la avenida, en las garitas flacas del colectivo, los estudiantes esperan abrazados a las carpetas, retorciéndose de frío porque así son los jóvenes: primero “el look”.
Hacia el puente desfila un grupo de obreros de la construcción, fácilmente distinguibles por sus ropas y  sus bicicletas. Sostienen el manubrio con una sola la mano; a la otra la llevan en el bolsillo del pantalón para protegerla del frío. Pedalean un rato y cambian de mano.
En el puente la niebla oculta el río.
Juan cruza en bicicleta; su hijo, un niño de nueve o diez años, se aferra fuerte a él lleva la cara apoyada en la espalda de su padre para cubrirse del viento del otoño.
Un rato después Andrés carga los suyos en la cuatro por cuatro y sus hijos se reirán y pelearán en el interior confortable del vehículo de camino a una de las escuelas privadas.
Fabiana logró hacer arrancar el Taunus “Un día más piensa; el viejo enclenque arrancó un día más”.
Un atleta inicia su entrenamiento del día.  Su aliento puede verse en el aire mientras corre pegado a la baranda, compitiendo con algunos ciclistas por la vereda.
Las motocicletas zigzaguean adelantándose ahora por la derecha, ahora por la izquierda.
Un automovilista descuidado toca el paragolpe del que va adelante. La fila se detiene bruscamente. Hay bocinazos, luces de balizas, algunos insultos. Esta vez no ha pasado nada. La marcha se reanuda.    
Un pescador, recorre pacientemente el espinel.
El sol se va asomando detrás de los edificios del Parque del Sur.