martes, 20 de julio de 2010

Ola polar: ponchos y geriátricos


—¿Disculpe?

—Usted,. Gerardo, quédese en la redacción, mire que el frío quema —no le contesté por tres razones: es mije, mi jefa y tenía la bombilla del mate atragantada en la garganta.

Lo único que me faltaba, ahora la patroncita me cuida del frío como a un viejo caballo de raza.

Junio de 2010: he sido relevado de mi tarea en el diario: caminar; así que acá estoy, acompañado por el gato de la redacción, sentado frente a la pantalla de la PC porque aunque no he dado el brazo a torcer y escribo en la vieja Remington (igual que Tomatis), después tengo que mecanografiar el artículo en la PC.

Como por casi cualquier tema, el frío divide a los santotomesinos en dos: los que lo aman y los que lo odian. Ambos grupos con sesudas razones para defender sus posturas irreconciliables, como que en el verano uno es más libre y en el invierno uno es libre de quedarse calentito tomando mate y comiendo tortas fritas. Esto, estos terribles problemas los vivimos los que tenemos la suerte de vivir (como a los periodistas y os gobernantes le gusta llamar) el casco céntrico. Para los que tienen el placer de de andar por acá (lo que viene a devenir que tienen “el placer de andar “por allá”, es decir fuera de los límites de los favorecidos por la red de gas, incluso las cloacas –también el pavimento-), la cosa es bien distinta.

Acá me voy a detener para hacer una aclaración: nada de andar leyendo entre líneas; quiero decir que no me quejo ni reclamo, no lanzo ningún poncho que le pueda caber a alguien. Aclarado: sigo. Decía que es bien distinto porque donde no hay red de gas la gente se la pasa con gorro, guantes 8además de la camiseta y el pulóver -2 de ser posible-, y no afuera, sino dentro de la casa ¿Ya se olvidó?; así era cuando ninguno tenía “gas natural” , como decía mi vieja.

En los geriátricos –perdón: Hogares-, es bien distinto. Ahí hace un calor para transpirar como en enero. Lástima el concierto de toses y el tufo –por limpios que sean, porque hay que admitir que uno puede peinarse mirándose en los pisos-, decía, lástima que no se acuerden de la receta de la abuela: “un aireadita por la mañana que es económica y limpia el aire”.

Lo pero de los geriátrico –perdón: hogares: es que desde hace unos años a esta parte, hemos decidido que si le ponemos nombre lindo las cosas son distintas-, decía que lo pero son las TV encendidas al - - - - - (ponga usted la palabreja que le quepa), frente a la que alinean a los “abuelos”.

No sé por qué se me dio por este tema; debe ser por la falta de caminata. En fin…continuemos.

Buena gente (nadie puede negarlo); calorcito (excesivo para mi gusto); “abuelito de acá y de allá; comida a horario 8eso sí bien molida); visitas (algunas por caridad, otras por culpa. Por suerte los “abuelos” no distinguen o no quieren distinguir la diferencia).

…y podría seguir con la lista de los beneficios como tener los pañales siempre limpios.

Parece que estoy un poco ácido o bilioso o quien sabe, a lo mejor me siento “abuelos” –dogo por el trato dispensado ante el frasquete-. Por las dudas cuando pase la ola polar y en la redacción me levanten la penitencia, me voy a dar una vueltita por el casco céntrico, donde este invierno la moda es el poncho. Digo que a lo mejor, si escribo sobre moda, alguien lea…y entienda.