lunes, 30 de agosto de 2010

Romanos.12

"17(...) Mía es la venganza, yo pagaré, dice el Señor.20 Así que, si tu enemigo tuviere hambre, dale de comer; si tuviere sed, dale de beber; pues haciendo esto, ascuas de fuego amontonarás sobre su cabeza". Mi hermana, la que me tiene lástima y me invita a comer los domingos -"Para que no estés solo como un perro", me dice cuando me invita -cocinaba, más bien aporreaba unos pobres bifecitos de los que quedaba una lámina de hilachas sobre la tabla de picar carne, la tabla de madera, la de antes, no como esas de plástico de ahora. Se veía que se había santiguado porque tenía sucia la frente y el pecho con diminutos trocitos de carne ¿Te quedás a comer hermano?, me preguntó. Ni loco pensé; no gracias contesté. Y me fui para "Let it be" el cafecito que está frente a la plaza Libertad, separado de la Inmaculada por uno de esos elegantes negocios de todo por dos pesos, atendido por mujeres en actitud de estar vendiendo pepitas de oro o ropa exclusiva y con cara de a estos negros tengo que entender.
De la Inmaculada salía algo así como un fresco atrayente, dado el veranito de San Juan de que andamos disfrutando en pleno agosto, así que tuve que hacer un esfuerzo descomunal para no entrar a refrescarme porque también salía un murmullo interminable de Amevamarías encadenadas y monótonas, capaces de aburrir a la misma Virgen, según decía mi vieja que toda la vida se negó a plegarse a esas rumiantes de resos y al Rosario lo rezaba en casa como Dios manda, como ella decía.Así que decidí sentarme junto a los negros, en la plaza, y al lado de las cajas con gorros celestes y blancos que sobraron del mundial y las banderas que le sacaron "al Palo" mientras dormía y que no pudieron vender porque nos volvimos con la cola entre las patas.Pero volviendo a Romanos 12 y a los negros...nuestros negros...es decir todos nosotros porque que yo sepa nacimos todos acá, tengo para decir que Santo Tomé se ha aporteñado en esto de la discrimanción por el color de la piel y también la cantidad de plata que tenemos en el bolsillo porque no es lo mismo un negro con plata que un negro sin plata es decir de mierda.Le echamos la culpa de esto al asunto de la inseguridad, pero lo cierto es que esto pasa desde hace mucho, desde antes de que empecemos a robarnos y matarnos entre nosotros. Desde que creemos que no es lo mismo el hijo del doctor que el hijo del albañil; el hojo del dueño del supermercado más grande -con tres sucursales-, que el hijo del verdulero; que no es lo mismo el que lleva el hijo en una 4x4 a la escuela que el que lo lleva en bicicleta y podría seguir.Romanos 12 les dicen a los negros en la Iglesia y con eso pretenden consolarlos. Me parece que le voy a comprar al negro que tengo al lado la caja de gorros y se la voy a poner a cuanto pibe que pase sin fijarme de dónde viene, a lo mejor alguien entiende, aunque lo dudo.

sábado, 28 de agosto de 2010

Estampa santotomesina

Cinco treinta de la mañana:

La barredora nueva recorre las calles.

Carlos se toma unos mates, después a eso de las seis, sale en su automóvil. Vive en un chalecito que pasó construyendo durante cuarenta años; uno de esos cercanos al Banco Nación. Va al Centro de Jubilados y Pensionados, va como colaborador (entiéndase: sin sueldo). Su tarea es entregar los bolsones de alimentos que envía el PAMI. Desde las seis y media de la mañana muchos santotomesinos, mayores de sesenta años reciben este ¿subsidio?

Entretanto Inés que tiene 19 años y cursa el segundo año de enfermería en Santa Fe, aguarda la “C. Azul” en una esquina cercana a la plaza Libertad. Tiene una asignación, una beca que le cubre parte del costo mensual pasaje. Va soñando con ser enfermera de quirófano.

A esa hora la Av. 7 de Marzo todavía está vacía. Media hora más tarde estará intransitable. Las dos colas paralelas de automóviles que cruzarán el puente, entre aceleradas cortas y frenadas rápidas, la ocuparán desde Mitre hasta Libertad sin interrupción.

José es agente municipal de tránsito y su esquina es la de Maciá y 7 de marzo. Cuenta: uno, dos, tres, cuatro, y levanta la mano y detiene una fila de automovilistas ansiosos; hace una señal y los autos de la otra fila, que permanecían detenidos, comienzan a rodar. Cuenta otra vez uno dos tres cuatro y repite la operación. Desde las siete menos cuarto hasta las ocho y media levantará la mano, hará señas y contará cientos de veces uno dos tres cuatro.

A lo largo de la avenida, en las garitas flacas del colectivo, los estudiantes esperan abrazados a las carpetas, retorciéndose de frío porque así son los jóvenes: primero “el look”.

Hacia el puente desfila un grupo de obreros de la construcción, fácilmente distinguibles por sus ropas y sus bicicletas. Sostienen el manubrio con una sola la mano; a la otra la llevan en el bolsillo del pantalón para protegerla del frío. Pedalean un rato y cambian de mano.

En el puente la niebla oculta el río.

Juan cruza en bicicleta; su hijo, un niño de nueve o diez años, se aferra fuerte a él lleva la cara apoyada en la espalda de su padre para cubrirse del viento del otoño.

Un rato después Andrés carga los suyos en la cuatro por cuatro y sus hijos se reirán y pelearán en el interior confortable del vehículo de camino a una de las escuelas privadas.

Fabiana logró hacer arrancar el Taunus “Un día más piensa; el viejo enclenque arrancó un día más”.

Un atleta inicia su entrenamiento del día. Su aliento puede verse en el aire mientras corre pegado a la baranda, compitiendo con algunos ciclistas por la vereda.

Las motocicletas zigzaguean adelantándose ahora por la derecha, ahora por la izquierda.

Un automovilista descuidado toca el paragolpe del que va adelante. La fila se detiene bruscamente. Hay bocinazos, luces de balizas, algunos insultos. Esta vez no ha pasado nada. La marcha se reanuda.

Un pescador, recorre pacientemente el espinel.

El sol se va asomando detrás de los edificios del Parque del Sur.


jueves, 26 de agosto de 2010

La Pocha

Escribir rima con morir solía decir La Pocha, agregando un dubitativo “Eso creo” mientras hacía un bollito una hoja de papel y la dejaba junto a otros bollitos casi idénticos al que ahora apoyaba distraídamente, sin mirarlo siquiera, sobre la mesa de la cocina, donde a pocos metros se hallaba un mueblecito para planchado inútil, porque La Pocha nunca planchaba nada. Después bajaba la cabeza y comenzaba a garabatear en su cuaderno de notas, no sin antes beber un sorbito de aquel vino que tanto le gustaba y que paladeaba con los ojos entrecerrados para luego asegurar “En el vino está la verdad”, antes de sumergirse en un delirio de escritura apretada y diminuta
Lo que yo más admiraba de La Pocha era esa memoria de elefante, para ser gráfico, ya que por todos es conocida y aceptada la metáfora. Ella sabía en el revoltijo de cajas en que guardaba sus libros, cajas que que previamente forraba con géneros que compraba de oferta, que cubría con almohadones que ella misma hacía y que le daban al lugaruna sensación como de mareo con tanto color desordenado y encimado, pues bien en ese orden imposible, La Pocha siempre sabóa dónde se encontraban cada uno de sus libros y, sin dudar, abría la caja correcta.
Lo único un poco incómodo era que los que la visitábamos, los que asistíamos a los viernes de vino, teníamos que andar levantándonos de las cajas-sillones, para que ella pudiera abrirlas mientras nosotros escogíamos otra donde sentarnos, por un rato nomás, ya que La Pocha se la pasaba sacando libros de aquí y de allá, por lo que si alguien pudiese ver, sólo ver, sin oír lo que allí ocurría, habría pensado que se trataba de algún extraño juego de cambio de lugares, de esos con prendas para los perdedores, o algo por el estilo.
Si bien los temas en la casa de La Pocha eran diversos y ruidosos, acompañados por la guitarra del Guille o los viejos discos de Silvia, la literatura se llevaba las de ganar, porque La Pocha no tenía ni quería tener otro tema de conversación, excepto que se tratara de alguna vieja película europea repuesta en algún canal de cable, o el descubrimiento de un vinillo tardío con sabores a madera y pasas, que gustaba acompañar con criollitas untadas con queso roquefort, presa de un éxtasis que los que la conocíamos sabíamos que no debíamos interrumpir aunque fuese para anunciarle que la mismísima felicidad en persona se encontraba llamando a su puerta
La Pocha había enviudado de mi hermano Miguel hacía una decena de años y todavía insistía en guardar sus cenizas, porque si bien él le había pedido que las arrojara a las aguas del Salado y me había hecho jurar que yo se lo iba a hacer cumplir: “Escuchaste Gerardo, mirá que si no lo hacés vuelvo, y te tiro de las patas mientras dormís” me había dicho; pero ella decía que ni loca lo iba a tirar a ese río lleno de caca y que se acabó el tema y que después de todo, al que le iban a tirar de las patas mientras dormía era a mí y no a ella.
Fue después del cáncer que se llevó a Miguel de buenas a primeras sin darnos tiempo a nada que ya estaba muerto, acostado en su cama y con su mujer agarrándole la mano y rezando para que se vaya directo al cielo, que la Pocha se convirtió en “La Pocha”, la que ahora es esta otra Pocha, que, ni bien se lo llevaron a Miguel para la funeraria, plantó bandera y mandó al diablo el estudio contable y se dedicó a vivir encerrada en la pequeña casita donde entraban sólo los invitados de los viernes de vino y digo invitados porque La Pocha era así: un día se levantaba cruzada y ¡Guay! del que cayera sin invitación.
Fue Gloria la que me avisó. Gloria tenía una llave de la casita que usaba todos los jueves a eso de las ocho y cuarto de la mañana para entrar sin necesidad de despertar a La Pocha. Ingresaba silenciosamente para volver a salir y luego regresar con las provisiones para la semana. Después, siempre silenciosa, ordenaba y limpiaba todo lo que le era posible dadas las pilas de libros y papeles que La Pocha tenía por todos lados y que, en caso de encontrar fuera de lugar era capaz, siguiendo con los lugares comunes, de hacer arder Troy. Después de sus acostumbrados quehaceres silenciosos, Gloria se atrevió a llamar a la puerta de la pieza de La Pocha, no sin antes persignarse por las dudas y, como nadie contestó, se persignó nuevamente y entró, y no fue La Pocha recostada en su cama, que sonreía como soñando despierta abrazada a uno de sus cuadernos sobre el que podía leerse: “Finalmente lo sé, escribir rima con morir”, sino aquel olor que se le pegó a la nariz y según ella no se le fue más, lo que la hizo darse cuenta; y llorar.

El día menos pensado

El día menos pensado te levantás y estás sin laburo, porque sí no más, porque te tocó. Y, a partir del día siguiente al día menos pensado ahí anda uno, dando vueltas por la costanera, porque para esa altura hay poco para andar haciendo, como prueban los análisis sanguíneos de los que resulta que hay dejar el asadito, el vinito, las medialunas de manteca, el café (al cigarrillo ya te lo han sacado diez años atrás), como decía , gracias a esos papelitos, a uno lo mandan a dar vueltas como tarado por la costanera para mantener las arterias blanditas para que pueda correr tranquilita la sangre, mientras uno se pudre mirando siempre el mismo río, la misma Santa Santa Fe en frente, la misma isla chata seca gris, y para completar hacer gimnasia impuesta por un pibe con título de médico al que se le ha puesto en la cabeza que tiene que mantenerte vio hasta los 100, decía que hacés gimnasia (porque no sé por qué uno a a esos pibes les hace caso) esquivando la cagada de los perros de moda, que como son grandes como terneros cagan como terneros, es decir montículos de diez centímetros de alto y ancho, que son ideales para practicar aeróbicos.

Ahora sí

Ahora sí estoy en la reposera, no como Tomatis que está en la terraza, sentado en calzoncillos (vinito blanco con hielo a diez centímetros de la mano) desde el mismo día que recibió la herencia de aquel tío que se quedaba dormido en el patio, aparentemente al solcito, aunque todos sabían, sobre todo Tomatis, que solo el cuerpo estaba allí, que el tío andaba Dios sabe dónde.
Volviendo a mí, estoy en la reposera porque me fui de la revista a vivir de los dos mangos que tengo de jubilación (los motivos los dejo a la imaginación del lector). Por suerte, igual que a Tomatis, a mí me quedó la casa de la vieja, toda para mí, porque mis hermanos, más inteligentes (leáse más comerciantes o menos idealistas; más realistas o menos bohemios; más laburantes y menos escritorcitos) tienen una lindas mansiones en pleno centro en pleno tránsito en pleno smog en plena elit santafesina. Y siguiendo con las coincidencias que me unen a Tomatis, yo también tengo una hermana que me hace la sopa, una media hermana, en realidad (Beatriz, para más datos) que a diferencia de la de Tomatis, vive en su propia casa, no en la mía.
Otra cosa que separa la reposera de Tomatis de la mía es que que él está allá arriba en la terraza de baldosas rojas mientras yo estoy acá abajo, bajo el sauce, sobre el piso de tierra, entre las cagadas de mis tortugas (herencia de la vieja), cosa que me hace pensar que hace rato que no ando por el patio y que no le vendría mal como quien dice una manito rastrillo.

La Feria

Caminar a esa hora en que empiezan a cerrarse los puestos me gusta. El ruido ha ido disminuyendo poco a poco, el murmullo apagándose, las luces languideciendo. Raúl Viso sigue todavía ahí. La mano derecha dentro del bolsillo de la campera. La izquierda, tozuda sobre el ratón de la computadora. En el panel del fondo los dibujos mostrando el proceso de animación del video. Un pibe que todavía da vueltas se acerca. Señala tímidamente la PC ¿Qué es eso? -pregunta-, y por enésima vez, con ese acento suyo como de otras tierras, con la mirada amable sobre los anteojos de lectura, Raúl le explica el programa. El pibe mira y durante algunos minutos permanece atento. Lo ha logrado. El pibe toma el ratón y mira las imágenes que desfilan y se transforman ante sus ojos y lee algunas líneas del relato. Lo ha logrado.Caminar y recibir la sonrisa todavía cordial, bajo las ojeras que empiezan a asomarse en las caras de Andrea Masuero, Facundo Gonzáles, Adolfo Roldán, Mario Ibarra, Carla Cecomanccini, Julia Rivero y de los que ahora me olvido o aunque reconozco sus caras familiares no conozco sus nombres.Caminar respirando el olor de los libros. Caminar como si la feria fuese el universo entero. Un universo amable con caras sonrientes, con saludos cordiales, con pibes curiosos. Un revoltijo de ruidos y libros y canciones.“Agosto es largo, pero me parece que nos salvamos”.“Te dije que trajeras la cámara para la presentación”.“Mamá comprame el de las haditas”.“No se vendió ni uno solo, ni uno solo” .“Te felicito” “Gracias, ¿salió lindo no?”“Estuviste bien, muy muy bien, te saqué un montón de fotos”.“Yo quiero papas fritas, mamá”.Las gigantografías de Quiroga en la selva te hipnotizan y cuando te das vuelta, con la mirada de Quiroga todavía pegada a las pupilas, los estudiantes de medicina que quieren saber si sos diabético. “¿Señor contestaría una encuesta para saber las posibilidades de que usted pueda padecer en los próximos años diabetes?” “Sí no hay nada que me gustaría más”Caminar…las caricaturas de Lucas Cejas; la de Rita Bonfanti, el padre Bruna, el Coco Bisso, Margarito...—¿Cómo va Gerardo?—Acá me ve Pascual; caminando.Caminar viendo a Pascual Reynoso alejarse por los pasillos de la feria; despacio. Un traje gris, inconfundible, que más que caminar se desliza llevando un trozo del pasado bajo el brazo: Relatos divertidos y dramáticos de un maestro de escuela. Lo veo irse entre la multitud que una vez terminado el recital colmó el lugar.Caminar y sonreír ante el recuerdo Rep sentado en el escenario, un tanto echado hacia atrás en la silla, el gorro verde resplandeciendo bajo una luz intensa, que se me ocurre cegadora. El silencio del auditorio. El aplauso cerrado.Caminar…Cosas de gringos…Santo Tomé, hombres y paisajes…Recordando…Florescencia Poética ...y los otros.Caminar escuchando los últimos aplausos que llegan desde el auditorio.Caminar todavía atontado por la tarde de sol frente al escenario. Todavía sudado. Todavía viendo a León cerrar los ojos y cantar.

Nadie tiene la culpa

“Y allí, ¡nadie tiene la culpa! La policía se lava las manos, diciendo que ellos no tienen la alcaidía para refugio de menores sin hogar. Los maestros se disculpan, observando, y con razón, que todo aquello que les pueden enseñar a los chicos es anulado por los mayores delincuentes que conviven en el conjunto. El director del establecimiento, a su vez, arguye que el edificio es pequeño y que él no puede hacer milagros […]”. (*)No; no es una trascripción de la nota que salió al aire esta mañana en el programa del Coni Cherep. Podría ser pero no. Es Arlt, sus aguafuertes inéditas, 28 de Octubre de 1932, para más datos. El día menos pensado (1) se las llevo al Coni y se las regalo, así las tiene a mano para cuando mande la ocasión, quien te dice y diputados y senadores se enteran de que el problemita con los menores viene desde hace un tiempito atrás, digo, a ver si se apuran, no vaya ser que para el 2080, haya que volver a citar a Arlt, y también al Coni, cuando algún legislador crea que descubrió la pólvora. “No sé, mi trabajo es legislar”, contestó la diputada que anda por los medios revoleando su proyecto de bajar la edad de imputabilidad de los menores a los 12 años. El Coni, que le había dicho que si no le parecía que había que buscar soluciones de fondo y no sólo de forma; que si no le parecía que entre todos estamos construyendo una sociedad que de alguna manera forma delincuentes, se calló un ratito, supongo que para respirar hondo.“[…] el juez de menores y los defensores, no sé de qué modo se justifican; los médicos que aseguran que un menor es un degenerado cuando no lo es, que no lo es cuando lo es, afirman los maestros, prácticos en esto de analizar chicos […]”. (*)Arlt… el Coni… y más de setenta años en el medio. Ahora que lo pienso, así como no están hoy los señores de los habla Arlt, yo no voy a estar en el 2080, tampoco la diputada; así que mejor dejo esto por escrito.Imposible seguir leyendo porque a esta hora (son casi las seis de la tarde), la costanera se llena de mosquitos, así que me levanto y camino.A la altura donde empieza el paseito peatonal las encuentro; pasan junto a mí y las escucho. Caminan en sentido contrario al que yo llevo, van hacia la playa. Seguro llegan a la altura de la vía y dan la vuelta y empiezan a caminar hacia San Martín, y a la altura del anfiteatro, el que era el anfiteatro, dan la vuelta y otra vez hacia la playa. Las llamo con cariño las señoras Giro.—Tinelli estuvo genial.—No me pareció para tanto.—Vos porque sos una amargada ¿No viste todos los cantantes y Gasalla y Francella?—No me gusta Francella, siempre hace de Francella y a los cantantes los vi, muy lindos son, pero también los escuché y sonaban como una bolsa de gatos.—Lo que pasa es que vos te la das de intelectual por eso…Ahí las dejé de escuchar, y seguí caminando al borde del asfalto. Un automovilista me puso cara de “salí de la calle”, pero me hice el que no me daba cuenta. Los santotomesinos caminamos por calle ¿y qué?En el parquecito no hay nadie, excepto un perro que ni me mira. Podrían terminar la defensa, pienso. Ya va siendo hora.La 7 de marzo y Maciá debe ser la esquina más ruidosa de Santo Tomé, uno no puede ni escucharse los pensamientos. Descarto el cafecito en Bizarro porque se me antojó un helado. En la heladería no hay nadie más que yo. La pareja llega en bicicleta, tienen catorce o quince años. Ella le dice “preguntá cuánto cuesta” y se queda afuera medio apoyada en la bicicleta. Él entra y la empleada se para firme detrás del mostrador. Le echa una mirada entre asustada y alerta a su compañera de trabajo que deja el trapo con que repasa las heladeras y se para junto a ella. “Helado”, dice él. Y se queda esperando. Las empleadas siguen firmes. Yo dejo la cucharita clavada en el chocolate y me preparo para cualquier cosa. “Helado…de dulce de leche”, repite él. Una de la muchachas le dice “26 el kilo…15 el medio... 8 el cuarto”. Él no contesta y la empleada repite “26 el kilo, 15 el medio, 8 el cuarto”. Él se da media vuelta y sale. La chica que lo espera se para al costado de la bici y la sostiene por el manubrio. Él se acerca y la mira; yo no puedo ver cómo la mira, pero sí veo los ojos de ella, que lo miran a él como diciendo “no se puede, bueno no te preocupés, otro día” pero no se lo dice y comienza a caminar con la bici a la par; con él que la sigue con la cabeza baja. Portación de cara, pienso; de cara y ropa gastada y piel oscura; y me avergüenzo.“Se ha llegado al colmo de lo irrisorio, y las contradicciones son ya tan monstruosas que la única conclusión que se desprende del examen de ellas, es la siguiente:Nuestra sociedad, con o sin culpa, está fabricando delincuentes. Y los jueces lo saben. No pueden ignorarlo; están en la obligación de no ignorarlo”. (*)Al rato nomás, mientras el chocolate me sabía un poco amargo me acordé:“Contemplaba al mundo que acababa de entrever con la mirada fría, que es la mirada definitiva, y veía en él, el matrimonio, pero no el amor; la familia, pero no la fraternidad; la riqueza, pero no la conciencia; la hermosura, pero no el pudor; la justicia pero no la equidad; el orden, pero no el equilibrio; la autoridad, pero no el derecho; el esplendor, pero no la luz”. No, no se equivoque, no sigo citando a Arlt ni me acordé de la editorial del Coni; es Víctor Hugo; El hombre que ríe, 1869.(*) Roberto Arlt; Tratado de delincuencia –Aguafuertes inéditas-. Biblioteca Página/12, junio 1996.(1) Programa radial "El día menos pensado"; LT-Radio Universidad. Conductor: Osvaldo (Coni) Cherep.

La Vuelta

Desde que me reintegré a la revista que escucho que la directora anda ablandada desde su entrada a la maternidad, cosa que los muchachos agradecen. Y fue eso lo que me dijeron mis colegas mientras me daban una palmadita en el hombro, el día que ella se me paró frente al escritorio donde yo esperaba desde hacía una semana que me indicara de qué me iba ocupar, y me dijo:—Usted don Gerardo, salga, camine, y cuente lo que ve en la ciudad. A los policiales déjeselos a Smith —para mí que más que ablandamiento es que se ha dado cuenta de que ya no me dan las tabas.[…] son más la leyes que se infringen que las que se cumplen, lo cual le hace pensar a uno que las leyes han sido establecidas precisamente para eso, para que no se cumplan; lo cual viene a demostrar que éste es un país que cumple fielmente ese precepto de su Constitución, donde se asegura que es tierra de libertad para todos los hombres de buena voluntad.Y yo creo que de esta buena voluntad se necesita mucha y muy robusta para recordar tantas leyes y para infringirlas a todas, y a las que no se infringen, quebrantarlas, y a las que no se quebrantan, violarlas, y a las que no se violan se fuerzan, y a las que no se fuerzan y se violan, se tuercen como medias de pobres, se adaptan como trajes de serie […] (*)—¿Una moneda amigo? —miré, digo, no lo miré, sino que miré, saqué la cabeza del libro y miré. Andaba leyendo por la calle, leía a Arlt, sus Aguafuertes, y andaba a decir verdad, medio ahogado en ellas, a los manotazos, como si en lugar de andar un libro anduviera la correntada del Salado.—¿Una moneda? —repitió. Tenía tendida hacia mí una mano mugrienta, más manito que mano. Yo también tuve una manito en lugar de una mano alguna vez –pensé- sólo que la mía estaba mugrienta de andar jugando en la tierra.—¿Amigo?—Sí —dije y saqué dos pesos y se los di. No pude mirarlo a la cara así que lo miré a los pies, también negros de mugre, una mugre distinta a aquella mugre mía, mugre de potrero; ésta era mugre de asfalto, mugre dura de raspar asfalto.Antes de meterme otra vez en Arlt, de meter la nariz y la vergüenza en Arlt, vi aquellas patas sucias acercarse a otras patas dando saltitos.“Ya andás otra vez en patas como los indios”, me decía mi vieja y yo rezongaba mientras metía los pies sin lavar en las Pampero. “Y no andés pateando que se rompen las zapatillas”, me gritaba cuando pasaba como un rayo para alcanzar a los vagos.—Qué mira tío —me dijeron las patas a las se habían acercado esas otras patas, la más chicas.—Nada —dije—, nada.Volví a meterme en Arlt.Los dos le tienen asco a la yuta; los dos tienen la mirada avizoradora de las fieras que saben que algún día morirán hecha pedazos por la civilización. (*)El semáforo de 7 de Marzo y Centenario me dio paso y antes de cruzar miré por encima del hombro y pensé que a la escena le venía al pelo el párrafo que yo leía en ese momento.Pensé que el Buenos Aires del 30, de Arlt, de alguna forma nos había llegado al Santo Tomé del 2008.
Él debía haber estado toda la vida en el campo, […], pero la fatalidad lo hizo orillar Mataderos. Luego conoció las fábricas […]; tuvo su carrito, laburó de transportero, se complicó de la forma más estúpida en un robo, y cuando quiso acordarse, tuvo el manyamiento encima y un prontuario a la cola. Y el alma se le agrió. (*)El semáforo de 7 de Marzo y Centenario es como quien dice bien corto y tuve que empezar a correr a mitad del cruce por culpa de Arlt.El bocinazo me levantó cinco centímetros del suelo.—Andá a leer a la plaza, viejo —escuché.(*) Aguasfuertes Inéditas de Robero Arlt. Biblioteca Página 12 -Junio de 1996-.

domingo, 8 de agosto de 2010

Tío desconcertado en el día niño

Es un tío desconcertado en el día del niño

Como todos saben, al que Dios no le da hijos el diablo le da sobrinos, así, en un desinteresado acto de altruismo y ayuda al prójimo decidí acompañar a mi hermana Beatriz en esto de encontrar el regalo ideal para cada uno de sus vástagos, un niño y una niña; dos monstruos insaciables y demandantes cosa que yo no ando repitiendo en voz alta para no ofender a la familia, pero que se, certeramente que es compartido por todos en el clan. Claro que también se que son la razón de nuestra miserable existencia, nuestra escasa alegría y exceso de preocupaciones.

Una de las alternativas para solucionar el gran problema del regalito es una mascotita pero mis sobrinos ya tuvieron una y si mal no me acuerdo su ingreso al maravilloso y hasta ese momento, agradablemente aromático hogar de mi hermana, fue mas o menos así y paso a citarla porque todavía ahora, ya en mi cama y con la bolsita de agua caliente en los pies me parece estarla oyendo:

“Hamtara (Hamtara colita lluviosa, para más datos) vos podés cree, así le pusieron de nombre al bicho. Finalmente lo supe (aunque tarde, como siempre). Uno debe tener una mascota para sus hijos. Luego, un hijo para su mascota.

Mamá quiero una mascota.

No.

Vos me prometiste.

¿Cuándo?!

Un hamster.

Ni sueñes.

Por qué. Buaaaa!!!!!

Ratones no.

No es ratón es hamster.

Después hablamos.

No, vos nos prometiste, vos nos prometiste.

¿A quieeennnn?!

Buáaaaaa!!!!!!!

Por la noche… y si, la vida está llena de casualidades

La encontré, bueno, me encontró.

Gracias mamá, gracias mamá. ¿De quien es?

De los dos.

Pero yo quería una para mí, a Leonardo traéle otra mascota. No es justo.

A Angi traéle otra. Esta es para mí.

¡Es de los dos! O la tiro por la ventana.

Pero yo le elijo el nombre, E-NA-NO.

Yo le elijo. Yooooo.

—Yooo, Buáaaaa!!!!

Mamá Angi no me deja ponerle nombre.

Uno cada uno, ¿si? ¿Siiii?

Si, yo primero, E-NA-NO. (Se supone que “enano” es un insulto)

No, yo primero.

Mamaaaááá.

Aborrezco a mi gato, su andar sigiloso por la casa en la noche me vuelve insomne. Los ruidos que emite me crispan los nervios. Si al menos maullara, pero no, si hay algo que no sale de la boca de Hamtara (Hamti para los íntimos) es: miau. En cambio emite esos gorjeos fantasmagóricos dignos de incluirse en cualquier novela de King. Con los perros es otra cosa, uno los odia por otros motivos: esas desproligidades higiénicas como hacer caca en el patio o babearte las piernas mientras estás sentado a la mesa, esperando que le arrojes comida. ¡En que c------(lean carajo, mi buena educación no me permite pronunciar groserías, sólo insinuarlas) habrá estado pensando el cromagnon que adoptó al primer perro!

Siempre lo dije, las bestias en la jungla; nosotros en los departamentos, de tres ambientes (ambientecitos), sin balcón (ni patio, obvio).

Mamá, Hamtara te quiere lamer ¡que lindo!

Sacame el gato sacame el gato. ¡SACAME EL GATOOO!

Es que vos no la querés.

No.

Leonardo mamá no la quiere a Hamtara. Buaaa!

Mamá, Angi dice que vos no querés a Hamtara.

—No, definitivamente.

Dejála Angi, mamá es mala.

Y al rato…

¡Mamáaaa, la Hamti se cagó en la cama de Leonado!”

Bueno, gracias a Dios el gato se cansó de mis sobrinos y se las tomó por lo que la casa de mi hermana dejó de oler a orines.

Pero me fui por las ramas y no hablé de la ajetreada mañana que pasamos a los codazos en la juguetería tratando de encontrar algo que a ellos les gustara y que además se adaptara a nuestro presupuesto, cosa de por sí incompatibles de entrada misma. Luego de arduas deliberaciones durante un par horas soportando la risa falsa de la vendedora salimos con dos paquetitos que colocamos sobre las almohadas de sus camas sin tender, porque mi hermana para este año decidió que el que no arregla su cama duerme como la dejó al levantarse. Dato al margen: hace una semana que las camas parecen nidos de carancho y Beatriz se mantiene con estoicismo, Dios sabrá hasta cuando porque yo estoy viendo que la piel de la cara ya se le está volviendo verde cada vez que entra a las habitaciones.

Niños: hijos, sobrinos, nietos, hijos de amigos, y…comerciantes, la combinación ideal para que nosotros, las pobres víctimas de estos sistemas macabros del Día de….vivamos con el corazón el la boca y los bolsillos vacíos.

En fin, son nuestro niños ¿Quien no espero un juguete el día del niño? así que no es que seamos estúpidos, es que amamos ver sus caras mientras abren los paquetes y por eso, sólo por eso, participamos de este juego que beneficia a pocos y deja muchas caras tristes, tanto de padres imposibilitados de agarrarse a codazos en la jugueterías como de ver las caritas, esas caritas que nos reconcilian un rato con la vida.