Aclarado el misterio de los
huevos fritos confieso cierta desilusión. Si bien la ubicación de los dibujos
me hicieron sospechar que podrían estar vinculados a alguna cuestión
relacionada con el tránsito, envuelto, sumergido en mi helado de chocolate que
en ese momento era el mundo entero, elegí desechar el pensamiento racional
intuitivo y dejarme llevar por el calorcito primaveral, y guardé la esperanza
de que la pintada estuviera relacionada con el arte. Todo esto aclarando que la idea, por original
en su forma y forma de uso -la creación previa del misterio- no está en tela de
juicio, más bien al contrario, divertida y participativa en sí misma, es todo
un acierto.
Al igual que el mingitorio de
Duchamp –exhibido con el título Fuente-, los huevos fritos admiten una lectura
que su ubicación les confiere -al igual que la ubicación del mingitorio en el
contexto de una exposición de arte-.
Huevos fritos en la cocina: un
placer que aterra a los médicos -sobre todo a mi cardiólogo, el doctor Cejas-,
ocupados en los niveles de colesterol. Huevos fritos pintados en las esquinas
de la ciudad por el municipio con un fin determinado: un mensaje.
Huevos fritos en el Estrada
Bello: mensaje + belleza = arte
Siendo la belleza (o su
contratara el horror), el soporte del arte, el mensaje cifrado invita,
pregunta, dispara, abre el debate.
Ahora bien, volviendo a las
esquinas de la ciudad y sus huevos fritos, la misma imagen que un museo o
galería de arte despertaría fascinación,
en otro contexto, se despoja de lo artístico para volverse solo mensaje
con un fin útil: ponete el casco, no seas huevón, que si no estás frito.
La pieza de Duchamp fue votada en
2004 como la creación artística más influyente de los últimos cien años ¿por
qué?, por su valor figurativo, su capacidad infinita de metáfora, otorgada por
el contexto. Entonces, me pregunto, nuestros huevos fritos, con todo y asfalto en
el Estrada Bello o con alguno de nuestros artistas plásticos atribuyéndose la
obra, ¿qué racimo de múltiples interpretaciones, qué miríada de disparates
alucinados o racionales habrían despertado?
Me paro sobre uno de los tantos
huevos y lo miro y pienso e imagino la ciudad sin más tema de conversación que
la clara y la yema, las discusiones apasionadas, las coincidencias, las
jornadas de debate, la llegada de críticos y estudiantes. Imagino la ciudad
entera detenida alrededor de los huevos
fritos; la ciudad como quien dice en la luna, ocupada de no ocuparse de nada
útil, y no sé por qué me río y me río y me lleno de algo así como de un estado
de gracia que hace tiempo no sentía. Me parece de acá me voy directo al museo a
ver qué opina el Machi Maignien.