La apropiación
“simbólico-cultural” del espacio público.
El espacio valorado como un
repertorio de connotaciones de significados culturales.
Lo “simbólico-cultural”, siempre
tiende a ocupar de manera fragmentaria el espacio, es decir, una parte de la
sociedad se manifiesta en la ocupación y el uso de un espacio, detonando
ciertos comportamientos o actitudes, que van más allá de usarlo funcionalmente.
Este comportamiento está presente
en toda gran ciudad y Santo Tomé, como urbe en crecimiento constante, alejada
ya –aunque nostálgica- de sus orígenes pueblerinos, no se encuentra ajena a
esta conducta.
Una mirada simpática al fenómeno puede
echarse sobre nuestros jóvenes, nuestros adolescentes, y un paseo repetido a la
vista de todos.
De la misma manera que en el resto del mundo, en
Santo Tomé y para los jóvenes, los paseos tienen un sentido puramente
sociológico.
Llevados por el ímpetu primaveral, que no los
abandona ni siquiera en medio de la ola polar, puede vérselos entregados a sus
idas, venidas, y coqueteos o más menos explícitos.
Para efectuar estos paseos se utilizan
pretextos tales como recitales al aire libre o las ferias de artesanos, por
nombrar un par. En cuanto a su fin último o único es el exhibicionismo. Si uno los mira con un mínimo de atención, comprueba que tienen algo
de hormigas trajinando, restregándose las antenas en cada cruce.
Desprovistos de plumajes multicolores, melenas
o cornamentas amenazadoras, los jóvenes apelan a lucir prendas que los
distingan, que los hagan visibles –y elegibles- para el otro sexo. Tanto
varones como mujeres usan implementos que en general brillan.
Las miradas se despegan del piso el tiempo
necesario para encontrarse con otra mirada recién despegada del piso. A veces,
una risita cómplice con el compañero de caminata, que siempre es del mismo
sexo, porque los jóvenes tienden a andar en dúo, advierte y alerta sobre la elección silenciosa que se
concretará por la noche, en un boliche, o en los sueños.
Un sitio convencional es la Avenida 7 de marzo, el día
el sábado, aunque no se desprecia el
viernes; una hora convencional: pongamos las siete de la tarde.
El bar improvisado sobre la vereda de la parada
de El Paso -para beneplácito de los defensores
de la apropiación del espacio público-, además de estorbar a los
peatones convertidos en saltadores de matas, llena el aire de un coro de voces que se
superponen unas a otras creando un chillido agudo difícil de soportar para los
que han pasado los cincuenta abriles hace un rato –largo-, e inunda el aire con
un tifillo a cerveza, que se acumula día tras día, agriándose, hasta asquear al
santafesino más cervecero y tradicional, decía, que el bar, sirve para reunir a
una distancia apenas medible, desparramados sobre la vereda, los grupos o
bandas o bandos preparados para, como quien dice, la guerra. Una guerra
milenaria por la selección para la procreación, y con ella la supervivencia de
la especie, que adquiere formas y colores que varían con el paso del tiempo, sin
perder el fin único y último, renovado cada temporada por los dictadores de la
moda.
Los jóvenes departen excitados hasta el borde
de recibir estímulos visuales, olfativos y táctiles –recordemos que la actualidad
impone como mínimo el beso en la mejilla, aún con el más ilustre desconocido,
sin contar los abrazos desaforados que hubieran escandalizado a nuestras
abuelas, pasando por las poses que los retratan más o menos encimados unos
sobre otros, en las fotografías-, decía que departen y también comparten un
código compuesto de palabras y gestos que los llevará hasta la adultez, auque a
veces, al verlos, uno podría creer que eso es imposible.
Más allá de las apreciaciones más o menos
acertadas, agrias y hasta graciosas que los adultos podemos hacer –y hacemos- sobre
los jóvenes, eternamente incomprendidos por las generaciones que los preceden,
lo cierto, lo que se ve, lo que nos muestran y lo que ocultan, no es más que lo
que han mostrado, han dejado ver y escuchar y lo que han ocultado, en cada
región y en cada época, los jóvenes de todos los tiempos: algo tan simple y
natural como el devenir de lo humano.