jueves, 26 de agosto de 2010

La Vuelta

Desde que me reintegré a la revista que escucho que la directora anda ablandada desde su entrada a la maternidad, cosa que los muchachos agradecen. Y fue eso lo que me dijeron mis colegas mientras me daban una palmadita en el hombro, el día que ella se me paró frente al escritorio donde yo esperaba desde hacía una semana que me indicara de qué me iba ocupar, y me dijo:—Usted don Gerardo, salga, camine, y cuente lo que ve en la ciudad. A los policiales déjeselos a Smith —para mí que más que ablandamiento es que se ha dado cuenta de que ya no me dan las tabas.[…] son más la leyes que se infringen que las que se cumplen, lo cual le hace pensar a uno que las leyes han sido establecidas precisamente para eso, para que no se cumplan; lo cual viene a demostrar que éste es un país que cumple fielmente ese precepto de su Constitución, donde se asegura que es tierra de libertad para todos los hombres de buena voluntad.Y yo creo que de esta buena voluntad se necesita mucha y muy robusta para recordar tantas leyes y para infringirlas a todas, y a las que no se infringen, quebrantarlas, y a las que no se quebrantan, violarlas, y a las que no se violan se fuerzan, y a las que no se fuerzan y se violan, se tuercen como medias de pobres, se adaptan como trajes de serie […] (*)—¿Una moneda amigo? —miré, digo, no lo miré, sino que miré, saqué la cabeza del libro y miré. Andaba leyendo por la calle, leía a Arlt, sus Aguafuertes, y andaba a decir verdad, medio ahogado en ellas, a los manotazos, como si en lugar de andar un libro anduviera la correntada del Salado.—¿Una moneda? —repitió. Tenía tendida hacia mí una mano mugrienta, más manito que mano. Yo también tuve una manito en lugar de una mano alguna vez –pensé- sólo que la mía estaba mugrienta de andar jugando en la tierra.—¿Amigo?—Sí —dije y saqué dos pesos y se los di. No pude mirarlo a la cara así que lo miré a los pies, también negros de mugre, una mugre distinta a aquella mugre mía, mugre de potrero; ésta era mugre de asfalto, mugre dura de raspar asfalto.Antes de meterme otra vez en Arlt, de meter la nariz y la vergüenza en Arlt, vi aquellas patas sucias acercarse a otras patas dando saltitos.“Ya andás otra vez en patas como los indios”, me decía mi vieja y yo rezongaba mientras metía los pies sin lavar en las Pampero. “Y no andés pateando que se rompen las zapatillas”, me gritaba cuando pasaba como un rayo para alcanzar a los vagos.—Qué mira tío —me dijeron las patas a las se habían acercado esas otras patas, la más chicas.—Nada —dije—, nada.Volví a meterme en Arlt.Los dos le tienen asco a la yuta; los dos tienen la mirada avizoradora de las fieras que saben que algún día morirán hecha pedazos por la civilización. (*)El semáforo de 7 de Marzo y Centenario me dio paso y antes de cruzar miré por encima del hombro y pensé que a la escena le venía al pelo el párrafo que yo leía en ese momento.Pensé que el Buenos Aires del 30, de Arlt, de alguna forma nos había llegado al Santo Tomé del 2008.
Él debía haber estado toda la vida en el campo, […], pero la fatalidad lo hizo orillar Mataderos. Luego conoció las fábricas […]; tuvo su carrito, laburó de transportero, se complicó de la forma más estúpida en un robo, y cuando quiso acordarse, tuvo el manyamiento encima y un prontuario a la cola. Y el alma se le agrió. (*)El semáforo de 7 de Marzo y Centenario es como quien dice bien corto y tuve que empezar a correr a mitad del cruce por culpa de Arlt.El bocinazo me levantó cinco centímetros del suelo.—Andá a leer a la plaza, viejo —escuché.(*) Aguasfuertes Inéditas de Robero Arlt. Biblioteca Página 12 -Junio de 1996-.

No hay comentarios:

Publicar un comentario