miércoles, 13 de junio de 2012

Fontanarrosa y los irreverentes

Viernes 21:00 hs. La puerta se abre y los santotomesinos, desordenados, entran a la sala del Centro Cultural. Me siento en primera fila. El cuento de Fontanarrosa es irreverente, la dirección de Giles es irreverente, también es irreverente la señorita, que sentada justo detrás de mí, atiende el celular que suena a cinco minutos de comenzada la función; le dice al padre que el Cacho no encuentra las llaves, que si él no sabe dónde están. Después se pone a especular en voz alta sobre los posibles lugares donde podrían haber ido a parar las irreverentes llaves.  Alguien le pide silencio. Disculpe, escucho.
Hablando de irreverentes, a mí, que siempre uso el adjetivo para elogiar, pensando en los que no se inclinan en reverencias,  me viene a la cabeza su significado literal: irrespetuoso, y se me ocurre que podría intercalar, digamos, el primer y el segundo uso del término, algo así como:
Son irreverentes los semáforos nuevos de Av. Luján, que ordenan a los desaforados. El gobierno de la ciudad no reverencia a los desaforados.  
Son irreverentes los peatones que se largan a cruzar la Av. 7 de Marzo, medio corriendo y a mitad de cuadra.
Son irreverentes los que bailan tango los jueves en el taller gratuito que se dicta bajo el ala de la Dirección de Cultura. También es irreverente la melena de nuestro Director. Irreverente y desafiante.
Son descarnadamente irreverentes las respuestas de ciertos empleados públicos (y no es que se me de por caer en eso de “deberían tratarnos bien porque le pagamos el sueldo”, hablo de convivencia, hablo de humanidad y hasta de caridad).
Son irreverentes las películas de las funciones de cine de los martes, en el Centro Cultural.
Son irreverentes  los que insisten en doblar hacia Candioti a las ocho de la mañana en medio de las interminables y, aunque nerviosas,  aletargadas colas para cruzar el puente.
Son irreverentes nuestras concejales.
Son irreverentes nuestras calles sin asfaltar y los vecinos del centro que sacan la basura fuera de hora.
Son irreverentes los niños en los semáforos, pero: ¿qué clase de irreverentes? Usted elija según su propia irreverencia.
Los santotomesinos calificamos, sea por uno u otro uso del término, como  irreverentes.
Los santotomesinos tenemos irreverente hasta el río.
  

         

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